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'Viaje a España', una afrancesada mirada de la Murcia del milochocientos

José Carlos Ruiz CastejónJosé Carlos Ruiz Castejón - 12 de Mayo, 2022
'Viaje a España', una afrancesada mirada de la Murcia del milochocientos

Recorría el pasado mes de marzo la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión 2022 de Murcia, instalada en el paseo Alfonso X El Sabio, cuando tuve la suerte de toparme con uno de esos libros de los que ni siquiera había oído hablar, pero que tras su lectura, agradezco al destino haber encontrado. Se trata de Murcia desde lejos: nuevo viaje por los viajes de Murcia, de José Mariano González Vidal.

Esta lectura es una estupenda recopilación de algunos de los testimonios, crónicas y memorias de los viajeros que, a lo largo del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, pasaron por nuestra ciudad para conocer sus calles, su luz, y a sus gentes. Para conocer su paisaje y paisanaje, envueltas todas sus crónicas en el mágico halo del romanticismo que empapa los orígenes del turismo europeo. 

Todos ellos, desde la óptica y prejuicios de su tiempo y sus diferentes culturas: franceses, norteamericanos, daneses, checos, etc, conocieron la Murcia de las callejuelas estrechas y empolvadas que se retorcían buscando sombra; la de los grandes palacios barrocos que, con sus blasones, competían por mostrar la más excelsa gloria de sus linajes; la Murcia abrazada por la alegre y fértil huerta de palmeras, azahares y claveles; la provinciana ciudad que se despedía de un siglo en tartana y saludaba al nuevo montada en ferrocarril.  

Vista de Murcia desde el cauce del Segura. Jean Laurent, circa 1870. Vista de Murcia desde el cauce del Segura. Jean Laurent, circa 1870.

De todos los relatos que recoge este maravilloso libro, voy a reseñar sobre el de un personaje que, a mi juicio, ha sobresalido entre los demás. Josephine Dupont-Delporte, madame de Brinckmann, fue una viajera francesa, nacida en el seno de una aburguesada familia de ingenieros, que llegó a Murcia en 1850, como una más de las paradas de sus ocho meses de viaje por nuestra piel de toro. De los tres libros que publicaría sobre sus viajes, fue en su segunda obra: Voyage en Espagne (Viaje a España), publicado en 1854, donde hará referencia a su estancia de tres días en la capital del Segura.

Brinckmann conjugaba a la perfección su condición de mujer de armas tomar con su notorio y distinguido rango social. De lo primero da fe la llamativa hazaña que supone, para una mujer sola, viajar por la España de mediados del milochocientos, cargada con un par de pistolas, por cierto, que revisaba al principio y final de cada jornada. Lo segundo queda demostrado gracias a las numerosas cartas de recomendación de las que dispuso, recepciones de la aristocracia y la diplomacia a las que acudió, o escoltas de militares y guardias civiles que recibió durante sus trayectos. 

Embarcando en Almería para posteriormente arribar al puerto de Cartagena, nuestra viajera recorrió el árido campo cartagenero en un maltrecho carruaje, de camino a Murcia. Tras ese tumultuoso trayecto, madame de Brinckmann debió creer haber llegado al cielo cuando, desde lo alto del puerto de la Cadena, divisó el vergel murciano que baña el río Segura. Sobre este momento, escribió:  

“Después del triste desierto que he atravesado, se experimenta una sensación deliciosa con la aparición de la vega de Murcia… es el jardín más magníficamente rico, la naturaleza más sonriente que puede verse. (…), tiene un aspecto gracioso que os dispone a la alegría, a la felicidad. La vega de Murcia, entre las montañas que la rodean, goza de unas condiciones atmosféricas mejores, y sus productos son mucho más variados. (…) Se han podido aclimatar aquí el gusano de la seda de China y la cochinilla, que prosperan por encima de todas las previsiones (…).” 

Vista de Murcia, con su fértil huerta en primer plano, plagada de acequias y palmeras. Jean Laurent, circa 1870 Vista de Murcia, con su fértil huerta en primer plano, plagada de acequias y palmeras. Jean Laurent, circa 1870

Amante de los viajes sosegados, a caballo o en tartana, ella decidía qué ver y cuando parar, rechazando los recorridos en diligencia, que hacían el trayecto regular entre las dos ciudades murcianas. Al llegar a la capital, en mayo, coincidiendo con la pomposa festividad de la Ascensión, escribiría a su hermano la carta XXII de su epistolario, en la que le cuenta:

“Murcia es una bonita ciudad de 35.000 almas (…) sus paseos son encantadores, bien cuidados, desbordantes de flores y, como están situados al extremo de la ciudad, la vista que desde ellos se goza es de lo más agradable. (…) 

Allí observé una clase de mujeres que todavía no había visto en España y cuyo vestido es propio solamente de la provincia de Murcia, son las huertanas. Su falda de lana es corta y bordada toda alrededor en colores llamativos, y la blusa es ceñida y de seda; después el tocado se completa con un pañuelo chal cruzado, también de seda, y un delantal de raso bordado de lentejuelas de oro o plata, o bien de seda de diferentes colores; sus zapatos son de tela blanca y su mantilla de tafetán negro guarnecido de veludillo. (…)

En cuanto a los hombres, visten un corto y muy ancho pantalón, ajustado por una faja roja alrededor de la cintura, como una falda de mujer o refajo, y pequeña chaqueta redonda de terciopelo con botones redondos de playa.”

Indumentaria tradicional huertana. Jean Laurent, circa 1870. Indumentaria tradicional huertana. Jean Laurent, circa 1870.

Brinckmann se despedirá al cuarto día, tras realizar una excursión por la Huerta que la llevará a conocer la Contraparada y la islámica red de acequias que de ella nacen; la cercana fábrica de la Pólvora, en Javalí; y el imponente monasterio de los Jerónimos, que por aquel entonces, debía dominar sin rival el paisaje de la huerta oeste. 

Me ha resultado encantador viajar a aquella Murcia, que ya no está, a través de los ojos de estos extranjeros, y especialmente de madame de Brinckmann.

Aquella vieja ciudad de cuna islámica y alma barroca, vilmente arrasada a lo largo de la historia, pero especialmente a partir de la segunda mitad del pasado siglo, me parece hoy un ensoñado espejismo.

Despido este artículo con las bellas palabras de nuestra francesa viajera, a través de una bella comparativa que muestra la importancia del valle del Segura como paisaje de vida: “La vega de Murcia es para España lo que el Nilo para Egipto”. 

 

 

Bibliografía:

  • GONZALEZ VIDAL, JOSÉ MARÍA. Murcia desde lejos: nuevo viaje por los viajes de Murcia. Ediciones Almudí.
  • https://www.descubriendomurcia.com/madame-de-brinckmann-y-sus-piropos-hacia-el-rio-segura-y-la-huerta-murciana/
  • https://juangavasa.blogia.com/2009/102801-viajeras-iii-.php
  • http://aymurcia.blogspot.com/2016/05/j-laurent-y-murcia.html

 

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