Dicen que no es correcto hablar de vaginas, seguramente muchos ya habréis cambiado el gesto de la cara al ver esta palabra escrita con tal naturalidad, y es lógico, arrastramos tanta historia de enfoque machista bajo nuestra memoria que hablar de la intimidad femenina con libertad todavía hoy resulta incómodo.
Existen, incluso, en la tradición popular leyendas que estimulaban esa idea de lo femenino como metáfora de algo negativo, este es el caso de las populares historias de la “Vagina dentada” en las que malvadas mujeres con vaginas provistas de dientes castraban, literalmente, a todo hombre que osara tener relaciones con ellas… ¡Cualquiera se atrevía a encamarse con una desconocida ante la idea de que esos puntiagudos dientes le amputaran el miembro!
Han sido muchos siglos de ocultación, de esconderlo todo, lo físico, lo sentimental, y también lo mental claro, porque no hay nada más peligroso que un sujeto pensante, mucho más si este lleva faldas.
El que piensa cuestiona y debate, no se conforma con lo establecido ni con lo oficialmente normal por eso a las señoras se las ha tenido todos estos siglos en la más absoluta oscuridad, tenemos el género femenino la mala costumbre de pensar y de pensar mucho…. eso no estaba bien visto; qué cosas, hoy tampoco. Mejor que miren el teléfono móvil, pensará alguno.
Desde que en 1886 Courbet pintara su magistral “Origen del mundo” otros muchos artistas nos han deleitado con su visión de los genitales femeninos aunque no es hasta la llegada del siglo XX que LAS artistas comenzaron a dar su propia visión sobre este controvertido tema otorgándole un enfoque menos negativo y muchas veces como medio de tratar temas como el feminismo o los derechos de la mujer, reivindicando así su posición en la sociedad.
En 1960, la francesa Niki de Saint Phalle realizó su instalación “Ella es una catedral” formada por la escultura gigante de una mujer embarazada de casi treinta metros cuyas piernas abiertas albergaban una puerta en el lugar de la vagina.
Al entrar por ella los visitantes accedían al interior de esta nueva diosa de la fertilidad donde se encontraban con una pantalla que reproducía películas de Greta Garbo, un estanque de peces de colores y una máquina expendedora de bebidas, también había una sala de música o una barra de leche, y en su salida se producía una especie de acto de renacer. Como es evidente la obra trajo cola, tres meses más tarde fue retirada de las salas del Moderna Museet de Estocolmo.
Vergonzosa, sucia, impura, inapropiada, inmoral, fueron algunos de los piropos que la artista recibió, los mismos que en 2021 tuvo que volver a escuchar otra escultora, en esta ocasión la brasileña Juliana Notari. Con el nombre de “Diva” excavó en el Parque Usina de Arte de Pernambuco una gigantesca vulva de 33 metros en los terrenos de una vieja plantación azucarera.
Realizada en resina y con seis metros de profundidad esta obra de land art no sólo representa la forma de una enorme vagina sino también una herida en la tierra y es para la artista un modo de analizar la relación de la naturaleza con la cultura.
Arte + política + mujer + vagina, la polémica está servida y otro gran escándalo se sumaba a esta lista de censura absurda; no quiero dejar de mencionar a la japonesa Megumi Igarishi que terminó en la cárcel en 2014 tras construir una piragua con la forma de sus propios genitales y la artista activista rusa Yulia Tsvetkova que ha estado recientemente en arresto domiciliario bajo la acusación de difusión de pornografía por haber compartido en internet dibujos de vaginas con el fin de denunciar los tabúes del cuerpo femenino que existen en su país.
Es un hecho que la sexualidad femenina sigue molestando, dentro y fuera del arte, hay mucho camino todavía por recorrer para poder acabar con esa enquistada ceguera de los que no quieren entender que una vagina no es sólo un órgano sexual sino que implica mucho más, es la esencia de la propia vida y esto no tiene nada de indigno ni sucio.
Arriba esas vaginas, la tuya y la mía, porque hemos tardado demasiados años en poder decir esta palabra sin tener que avergonzarnos, ni sentirnos vulgares, sin ser juzgadas o insultadas, ahora que tenemos esa libertad no dejemos que nadie nos la vuelva a quitar.