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Un verano en la infancia de: José Ramón Carrasco de la Sierra - Presidente del Club Murcia Gourmet, “Mis trastadas eran tan gordas que era imposible que no se enteraran”

Fermín Meseguer MateosFermín Meseguer Mateos - 13 de Agosto, 2021
Un verano en la infancia de: José Ramón Carrasco de la Sierra - Presidente del Club Murcia Gourmet, “Mis trastadas eran tan gordas que era imposible que no se enteraran”

MurciaNoticias, de la mano de Fermín Meseguer Mateos, traen durante el mes de agosto una propuesta refrescante de entrevistas de verano. Profesionales de distintas áreas murcianos, o que pasan sus vacaciones en nuestro litoral, hablarán de sus vacaciones de la infancia y de ahora, tradiciones, lugares de referencia y planes de verano de ayer y de hoy.

José Ramón Carrasco de la Sierra - Presidente del Club Murcia Gourmet. Amante del buen yantar e hincha del Real Madrid desde que lo envolvieron en una manta blanca al nacer, este embajador de la comida mediterránea y del consumo diario de frutas y verduras, experimentó a temprana edad los efectos de la gravedad sin necesidad de hacerse astronauta. 

José Ramón, ¿dónde pasabas tus veranos de infancia?

Soy hijo de madre cántabra y de padre abaranero, por lo que pasábamos la mitad del verano en La Hoya del Campo de Abaran y la otra mitad en las playas de Ribamontan al Mar, una localidad que en realidad eran muchos pueblecitos diseminados en playas virgenes y paradisíacas cerca de Santander. 

Comida o alimento estival que recuerdas con más nostalgia.

De la huerta, las frutas de los árboles que rodeaban nuestra casa de campo, los melocotones, los albaricoques, los "chatos".Tenemos la mejor fruta del mundo, que abastece a toda Europa y yo como tantos otros murcianos tuve la suerte de veranear en medio de aquellos frutales. También recuerdo el sabor de las tápenas, los tallos, y los platos tradicionales de las tierras del Valle de Ricote, con influencias que se adentran en nuestra historia milenaria; estoy hablando del pebre, el rin-ran, las gachamigas (para dias de tormenta claro).Mi abuela los cocinaba de una forma extraordinaria-

De Santander, recuerdo el sabor de la mar en los caracolillos (que aquí se llaman bigaros o caracoles de mar), las rabas (puntas de calamar) o las morgueras (navajas pequeñas deliciosas) que hace siglos que no pruebo...

Sabor de helado favorito.

Frigopie, el “number one”.

¿A qué jugabas?

Pues mira, una de las cosas que más ilusión me hizo un verano y que lamentablemente no conservo, fue una pistola que utilizaban los personajes de la resistencia de la serie V que mi padre, que trabajaba la fibra de vidrio, me hizo con este material. Todos los niños la llevaban de cartón así que yo con la mía, de mucha más calidad, imagínate como me sentía.

¿Qué llevabas o comprabas en el cine de verano?

Pues llámame raro, pero no iba mucho.

Ahora que solo nos leen: trastada que tu familia nunca supo que hiciste.

Eran tan gordas que era imposible que no se enteraran. La peor fue en Santander, en casa de unos amigos, donde con siete u ocho años para impresionar a una niña, Virginia, y demostrar lo machote que era, decidí andar por una terraza por fuera de la barandilla en el borde de la repisa. Como era previsible para cualquiera menos para mi, me caí desde una altura de dos o tres pisos; menos mal que había un seto, si no seguramente no lo estaría contando. Para colmo, cuando llegué al hospital con dolores y magulladuras por todo el cuerpo, la tome con una enfermera (gran profesional y encima amiga de la familia) diciéndole que no tenía ni idea etc etc... Vamos, que monté un pollo que no sé como no me remataron jajaja. La peor parte no obstante se la llevaron dos tías mías, Mar y Maricar, a las que mis padres que estaban en Murcia habían confiado mi custodia y a las que mi abuela casi deshereda (sonríe).

 ¿Qué te prohibían hacer por imperativo familiar?

Comerme todo en los aperitivos como si no hubiera un mañana. Para los caracolillos o caracoles de mar, por ejemplo, desarrollé una técnica para extraerlos de la cáscara con un alfiler que si fuera deporte olímpico, habría ganado la medalla de oro. Desquiciaba a mis padres y a mis abuelo, jajaja.

Tu mejor recuerdo…

Tengo un recuerdo muy bonito de mí abuela materna, María del Carmen. Cuando era muy pequeño y había cenas familiares, concretamente en Casa Enrique, en Solares, me acompañaba al coche a dormir mientras el resto disfrutaban de la sobremesa.Esas cosas solo las hacen los abuelos.

Nombre de ese amor de verano al que nunca olvidarás. 

Después de lo de la caída de la terraza, tardé bastante en volver a probar suerte con las mujeres jajaja.

¿Terminaste alguna vez el cuaderno de repaso para vacaciones?

La primera página siempre; recuerdo hasta el olor de aquellos cuadernos. Y recuerdo también la ilusión de querer hacerlo, mucho voluntarismo al principio. Por supuesto no pasaba nunca de esa primera hoja.

Volvamos al verano actual: ¿Aperitivo y bebida preferidos?

Estrella de Levante y marinera, of course.

¿Algún libro en el equipaje para estas vacaciones?

Pues mira: precisamente estoy leyendo dos libros que me recuerdan a la infancia. La Fundación, de Isaac Asimov, un clásico de la ciencia ficción que tanto me inculcó mi padre, y Peñas Arriba de José María Pereda, novela costumbrista que describe de una forma maravillosa los paisajes, la naturaleza y la vida de la montaña cántabra de hace más de un siglo. 

¿En qué se diferencia el verano de tu infancia al actual salvando la covid?

En mi caso, recuerdo con nostalgia los viajes por la Península de norte a sur por las viejas carreteras nacionales atravesando pueblos, llanuras eternas, desfiladeros y puertos de montaña de vértigo, y parando en bares llenos de autenticidad. Entonces no lo valoraba, pero cada viaje era una ruta gastronómica por los sabores más genuinos de las tierras de la España castellana. Ahora el trayecto Murcia - Santander se puede hacer en 8 horas. En aquel entonces, hacerlo en menos de doce era una suerte.

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