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TERAPIA PARA EL ALMA | Historias que deben ser leídas

María LosadaMaría Losada - 30 de Diciembre, 2022
TERAPIA PARA EL ALMA | Historias que deben ser leídas

La esperanza es lo último en perder, la sonrisa también

Mañana es el último día del año. Te van a llenar la cabeza de propósitos sin cumplir de 2022 y nuevos propósitos del 2023, te van a hacer sentir culpable por no haber conseguido esos propósitos. ¿Sabes que te digo? ¡Has hecho lo que has podido! ¡Nunca es tarde para conseguir lo que quieras!

Como dice aquel refrán, “la esperanza es lo último que se pierde” y yo le añado “la sonrisa también”. Y ya estarás pensando, “uff que difícil mantener la sonrisa”. Y yo te digo: difícil, pero no imposible, “impossible is nothing”. Refranes, tópicos… pero verdades como puños. ¡Enserio, créeme! Y si no me crees sigue leyendo y confío en que creerás.

Ahora te hablo de mí. Yo he sido una gruñona y una quejica prácticamente desde que nací, he llevado el “buff”, el “jopé” y la mala leche por bandera. Hace tiempo que trabajo en cambiar esa actitud, en ser positiva, en tener esperanza y no perder la sonrisa, y me va mejor. Obviamente no es fácil pasar de un extremo a otro, hay que echarle voluntad, pero merece la pena. ¿No crees que si yo tengo una sonrisa pintada, le doy los buenos días a todo el mundo (compañeros de clase o trabajo, dependient@ del súper, etc.), intento no quejarme y ver el lado bueno, no voy a atraer lo bueno, no voy a ver todo con más esperanza y LUZ?

El ejemplo más claro y real donde ha habido un cambio total es en cuando conduzco. Antes iba todo el camino cag*ndome en todo, gruñendo e insultando a todo quisqui… y claro llegaba a los sitios con una mala leche, que ni buenos días ni nada. Encima como llevaba la mala leche por bandera todo me entraba mal, y ya el día empezaba fatal.

Ahora, me pongo la música y voy todo el camino cantando, centrándome en la canción y pensando que soy Beyoncé en un videoclip. Y si algún conductor hace algo que me molesta me lo tomo de otra manera, vuelvo a mi canción y a ser feliz. Obviamente en algún momento puntual se me sigue yendo la mala leche, pero no es siempre, solo muy pocas veces.

Este ejemplo tan tonto se puede extrapolar a TODO, por muy jodida que sea la situación tenemos que intentar tirar para delante y echarle sonrisas a la vida. Si tienes que llorar lloras, pero te desahogas y sigues, no te paras, te quejas, te quejas y te llenas de mala leche, sino que sigues. Repito, no es fácil, pero tampoco imposible. Yo estoy en el camino y te juro que merece la pena.

Ahora os dejo con un relato lleno de esperanza y sonrisas, porque aunque a la protagonista no siempre le pasan cosas buenas lleva la resiliencia por bandera. Espero que os guste, sale 100% de mi cabeza y corazón.

HISTORIAS QUE DEBEN SER LEÍDAS

María mira embobada la tele. Solo tiene 10 años, pero tiene claro que de mayor quiere ser como esa chica rubia que ve todos los días a las 15:00 en punto mientras come con sus abuelos. Quiere ser ella, quiere poder estar en la televisión y contar lo que pasa en el mundo.

María es hija única y vive con sus abuelos. Sus padres, mejor dicho aquellos seres que la engendraron, andan por allí por el mundo, en paradero desconocido. Para ella sus abuelos lo son todo, pero sueña todas las noches con unos padres jóvenes y guapos que la arropan a ella y a su hermano imaginario, dándoles un beso en la frente cada noche.

Carmen y José tienen 60 y 62 años, respectivamente. Trabajan desde los 10 años y son huertanos de pura cepa. Nacieron en familias humildes en la huerta de Murcia, donde los niños tenían que trabajar en vez de ir al colegio para poder ayudar en casa. Carmen aprendió a leer y a escribir con 8 años gracias a una prima suya de Madrid que la visitaba en verano, y enseñó a José cuando se casaron 10 años después, con 18 y 20 años.

Llevan toda la vida juntos y se miran con un cariño que podría derretir el corazón del villano más malo de cualquier película. Tuvieron una hija, Carmencita. Una niña muy lista y muy sensible, a la que le gustaba pintar y se le daba muy bien.

Un día cuando Carmencita tenía 18 años les dijo a sus padres que se iba a Madrid a trabajar y estudiar, quería entrar en una escuela de arte y ser pintora. Carmen y Jose la animaron a seguir su sueño y le dieron los pocos ahorros que tenían para ayudarla. Durante 2 años volvía a Murcia en navidad y llamaba a sus padres una vez a la semana. Aún no había podido entrar en ninguna escuela, pero había conseguido un trabajo de dependienta en una tienda de la Gran Vía.

Con 22 años volvió a Murcia con una sorpresa, María. Carmencita se había quedado embarazada de un escultor que conoció de fiesta en Madrid, Manuel. Manuel al saber que María estaba embarazada la abandonó y le dijo que no quería saber nada.

Carmen y José no lo sabían, pero María tenía un problema de drogadicción, que se agravó con su relación con Manuel. Carmencita si era consciente de su problema, por lo que les dejó a la niña a sus padres, diciéndoles que volvería sana y recuperada a recoger a su hija. Pero nunca volvió.

María saca muy buenas notas y le encanta leer. Es socia de la biblioteca del pueblo y va todas las semanas a por libros nuevos. Tiene claro que quiere ser periodista y presentar informativos.

María crecía feliz pese a la ausencia de sus padres. Sus abuelos le daban todo el cariño del mundo y la animaban a perseguir sus sueños. Pero los ánimos no eran suficientes.

María acabó el bachillerato sin la esperanza de ir a la universidad, sus abuelos ya eran mayores y sus pensiones daban para vivir y poco más. Nada de vacaciones, nada de salidas más allá de unas tapas, y mucho menos universidad. Pero María no se iba a rendir.

Decidió ponerse a trabajar con 18 años recién cumplidos, nada más terminar el instituto. Su objetivo era ahorrar todo lo posible para en unos años matricularse en la universidad y poder centrarse en los estudios.

María empezó a trabajar en el lugar más feliz del mundo, para ella, la librería de su pueblo. Le encantaban los libros, su olor y poder devorarlos en sus descansos. Al poco de empezar a trabajar sus abuelos le regalaron una libreta de cuero con las hojas gruesas color blanco marfil. Cuando se la dieron le dijeron: “Que ahora no puedas ir a la universidad no quiere decir que nunca seas periodista. Esta libreta es un lienzo en blanco donde contar las historias que creas que deben ser leídas. Nunca dejes de soñar María”. Ella guardaba su libreta como el mayor tesoro del universo, bajo su almohada, y todas las noches escribía sobre lo que pasaba en su pueblo: riñas, males de amores, robos…

Un día Carmen, su abuela, le preguntó si le podía leer algo de lo que escribía. Entonces María le leyó la historia de Pepe el panadero, al que se le había quemado el horno y se había quedado sin nada. A Carmen le conmovió la historia y le dijo a María que debía de hacer algo con todas esas historias, que merecían ser leídas.

María se quedó pensando en lo que su abuela le había dicho, y decidió ahorrar un poco de su sueldo todos los meses y crear un periódico de su pueblo, donde todos los vecinos pudieran leer los acontecimientos y noticias más importantes. Empezó imprimiendo 50 ejemplares y 2 meses después ya iba por los 100 ejemplares. Al año ya le pudo poner precio al periódico y recuperar un poco la inversión realizada, 2 años después se matriculó en periodismo, con 21 años.

María era súper feliz. Iba a la universidad por las mañanas y por las tardes trabajaba en la librería y estudiaba como una loca por las noches y los fines de semana. Pero cuando iba a matricularse del segundo año de carrera su abuela cayó enferma, Alzheimer.

Como Carmen y José ya eran mayores, María tuvo que dejar la universidad para ayudar a su abuelo a cuidar a Carmen. Su jefe, el dueño de la librería, le dijo una frase que no olvidará nunca: “¡Ay, que poco dura la alegría en la casa del pobre!”. Ella había crecido con lo justo, pero nunca se había sentido triste o sola, siempre había luz en su casa, alegría y mucho amor. Incluso en los días que tenía un problema en el colegio o con sus amigas, con solo mirar a sus abuelos haciéndose carantoñas se le olvidaba todo. No estaba nada de acuerdo con aquel refrán.

 Pese a que tuvo que dejar la universidad y su sueño de ser periodista, María no perdió su sonrisa. Ella solo quería devolverle a Carmen el cariño y el cuidado que le había dado durante toda su vida y quería hacerlo con una sonrisa. Además, aunque la enfermedad era dura, María pudo aprender muchas cosas de la vida de Carmen, ya que Carmen solo hablaba del pasado, como si tuviera 18 años de nuevo. Pudo conocer la historia de amor de sus abuelos y cómo era la vida antes, sin posibilidad de estudiar, ni hacer nada más que trabajar y cuidar a la familia.

María cuidaba a su abuela por las mañanas, preparaba la comida, limpiaba y por las tardes iba a trabajar a la librería, escapando en el descanso para ver que sus abuelos estuvieran bien. Había dejado el periódico porque a pesar de que no estaba triste, si que había perdido la ilusión por escribir y por la universidad. Quería estar bien por sus abuelos, pero a veces le invadía el desánimo.

Tras 3 meses cuidando a su abuela, el alcalde del pueblo se acercó a la librería a hablar con ella. Sabía por lo que estaba pasando, era un pueblo pequeño y se conocían todos. Le dijo que quería que volviera el periódico, que muchos vecinos le reclaman esas historias conmovedoras y divertidas que escribía María. Don Fausto, el alcalde, le propuso a María financiar el periódico desde el ayuntamiento siendo gratis para los vecinos. María, con una luz radiante en sus ojos le dijo que sí, sin dudarlo.

María no estaba yendo a la universidad. No tenía pinta de obtener el título de periodista dentro de poco. Su abuela estaba enferma y su abuelo muy preocupado por ella. Pero, iba a volver a escribir su periódico. Iba a volver a sentir ese cosquilleo, esa ilusión y esa gran satisfacción.

María pasó 3 años más cuidando de su abuela hasta que esta falleció. Al año siguiente falleció su abuelo, se dice que de pena de perder a su Carmen. María había perdido a los pilares de su vida, a sus abuelos y padres. Pero sacó fuerzas para continuar, volvió a la universidad y a los 3 años consiguió su título de periodista.

En 2021 una chica que era de su pueblo le dijo que quería ayudarla a hacer su periódico digital. Susana tenía una agencia de marketing y comunicación en Madrid y su madre le había contado la historia de María. Hoy en día, en 2022 María vive del periodismo, tiene un periódico online de la Región de Murcia y es colaboradora de radio a nivel nacional. Además, Susana le ha ayudado a trabajar su marca personal y tiene ingresos como influencer, con más de 100.000 seguidores en Instagram.

Ah, María sigue leyendo, a diario, tiene el carnet de la biblioteca Regional de Murcia y está escribiendo su primera novela, la historia de amor de Carmen y José.

FIN.

Si María nunca perdió la sonrisa, ¿la vas a perder tú?

Recuerda, no es fácil, pero tampoco imposible.

¡A sonreír!

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